"Sensible al discreto encanto de las pequeñas cosas"

11 de septiembre


Con los ojos aún borrosos por haberme despertado hace no mucho rato, me encuentro con la siguiente frase de Amélie Poulain: "Sensible al discreto encanto de las pequeñas cosas".

Pierdo la mirada más allá del ventanal de nuestra oficina para pensar en qué detalles tienen la misma capacidad de crear momentos únicos y de pasar desapercibidos por ellos mismos. Justo entonces, el portero del edificio atraviesa por delante de la cristalera, concentrado en regar los setos del vecindario, lo que me hace recordar que me encanta el olor a mojado. No soy demasiado original porque creo que el olor de la lluvia recién caída (a ozono, decía mi padre) es algo que gusta a casi todo el mundo. Puedo cerrar los ojos e imaginarme abriendo la ventana corredera de la casa de mi padre (donde he vivido casi todo el tiempo) y sentir en la cara una bocanada con ese olor a humedad fresca de las primeras gotas sobre el asfalto. Da la sensación que si se aspira hondo, ese olor cruza todo el cuerpo por dentro, abriendo y refrescando el pecho y los pulmones.

Mientras escribo ésto, oigo a una de mis amigas contar a la otra (ausente ayer por día libre) lo bien que se lo pasó recordando las canciones regionales que cantaba de pequeña, mientras las escuchaba en el Spotify. Me doy cuenta que otro de esos momentos que alegran los días son esas conversaciones estúpidas, sin profundidad ninguna, que tenemos en la oficina. Las canciones de 'Cosas de niños' (interpretadas por Bosé, Mocedades o Ana Belén), el resumen de la serie de Perdidos (teniendo cuidado para no adelantar partes del guión a quién aún no ha visto hasta la quinta temporada), las frases de 'Sálvame', la descripción de la última receta de cualquiera de nosotras (y de cómo se quemó o le faltó sal), las 'broncas' porque soy un desastre y la mesa donde me siento siempre acaba llena de papeles... Todo hace que nuestra empresa me parezca menos una compañía y más una casa donde compartimos todo entre todas.

Sin desviarnos del tema propuesto por Amelie, pienso que otra de esas 'pequeñas cosas' es el sonido del ascensor cuando estoy esperando a que llegue mi novio a casa. Si llego yo antes que él, voy preparando las cosas para la comida o la cena. Pero mientras pongo la mesa o bato los huevos, tengo los oídos atentos para escuchar del raspar metálico que anuncia que el ascensor se pone en movimiento. Inconscientemente, ya tengo calculado el tiempo que debe sonar para saber que está subiendo al octavo y poder abrirle la puerta y darle un beso en condiciones.

La primera cucharada de un helado de chocolate belga de Haagen Dazs, despertarse un domingo a las siete de la mañana y poder acurrucarse para dormir hasta las once, hacer mimos a mi gato, el tacto suave del pelo cuando salgo de la peluquería, dormir en cucharita, el olor del café, ver crecer las semillas de albahaca que he plantado (aunque siempre mueran, al final), jugar con mi hermana a los Sims o hablar con ella por teléfono sobre todo y nada, el roce de la falda en las piernas recién depiladas, el agua fría pasando por la garganta cuando tengo mucha sed, hacer espirales, escuchar a los amigos de mi novio durante el café del domingo... ¿Es todo esto a lo que se refiere Amelie Poulain?

Nos vemos el lunes, a las ocho.


3 comentarios:

Laura dijo...

¡Qué chulo el último párrafo! Me recuerda a un ejercicio que tuve que hacer en la escuela de idiomas el curso pasado. Se trataba de hacer una lista de cosas pequeñas que te gustaran y luego, libremente, hacer un collage, una manualidad o cualquier otra cosa. Yo hice un vídeo, se lo entregué a la profe y, a los dos días, se me acercó emocionada a decirme que le había encantado. Y sí, el olor a mojado también estaba.

Elena dijo...

:)

Patty dijo...

Llegué acá por la frase de Amelie. Gracias.

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