1 de octubre
Hoy también trabajo desde casa, así que me recreo un poco más en mis tostadas antes de sentarme delante del ordenador. Estoy particularmente adormilada, aún cuando he estado hablando durante el desayuno con la hermana de mi novio, que vuelve hoy a Córdoba.
Recostada en la silla, miro por la ventana mientras se carga mi sesión en el Mac. No veo el horizonte de Madrid, cubierto por una neblina parecida a la que se ve cuando uno se acaba de levantar y aún tiene los ojos legañosos. De hecho, me los froto los ojos para confirmar que no es cosa mía y que el día está realmente tonto.
Abro Firefox y examino mis sitios preferidos. Me incorporo al llegar a Facebook. Tengo una petición de amistad.
El respingo no lo he dado por que alguien quiera agregarme como contacto en esta red social. Es por quien lo ha hecho. El nombre de un amigo de mi novio (al que he tomado aprecio yo también, que le vamos a hacer) aparece cuando pincho en 'Tienes una petición de amistad'. El nombre de un chico cuya respuesta a cualquier cosa que tuviera que ver con Fb o Tuenti era "tío, yo ni de coña caigo en esa chorrada". Pues has caído, chaval. A ver quién te saca ahora de ahí.
Le agrego, por supuesto, y me estreno en su tablón, escribiendo justo después de su novia. Ahí está la razón de su debilidad: ella ha conseguido que ceda a las redes sociales. Él se quejará, le echará la culpa a ella y dirá que es un calzonazos (una palabra que parece encantarle a los hombres, no sé por qué), pero quien ha creado el perfil y empezado a subir fotos de su nueva casa ha sido él. El caso es culparnos siempre a nosotras.
Si lees esto, que sepas que me he quedado patidifusa. El día que encuentre un mensajito verde de petición de amigo en Tuenti, terminarás de rematarme y empezaré a cuestionarme los otros pilares de la sociedad que me rodea. Hasta entonces, tiembla porque te voy a avasallar con comentarios en tu tablón, invitaciones a eventos, test supergilipollescos (como 'qué clase de Choni eres' o 'cuánto sabes del molusco siberiano') y actividades estúpidas. Entiéndeme, tengo que acostumbrarte a la vida en Facebook.
Bienvenido.
Te veo en Facebook. Al resto, os espero mañana aquí a las ocho.
7 comentarios:
Flipante lo de Facebook. Yo sigo sin saber cómo caí en las garras de la red social. Bueno, en realidad sí lo sé, que es lo peor de todo.
¿Cómo fue? (Por cierto, confirmo mi asistencia al evento del año: o sea, tu cumpleaños)
Llaguno, sé que mientras te quede algo de dignidad no leerás esto jamás, pero como tardarás poco en perderla, aprovecho para decirte que pienso amargarte la vida por registrarte en esa mierda.
Será mi comodín: cada vez que pierda una discusión contigo la zanjaré con un: "pues tu te registraste en facebook";
MUAAAHAHAHAHAHAHAHA
Pues estaba yo Berlín, aburriéndome en mi beca, y actualicé mi estado por la mañana tempranito. Un amigo me comentó, yo le contesté, empezamos a picarnos y ahí surgió una bonita historia (con Facebook).
Vale, te espero en el evento del año. ¿Traes acompañante?
Ay... cómo nos gusta hacer leña con el árbol caído, eh?
Bueno, me voy a preparar mi hacha de leñadora :-P
Mi bonita historia con Facebook comenzó... ¡Supongo que cualquier día en la oficina! :-P
Y te estrenaste haciéndote amiga de asociaciones no lucrativas y fan de páginas que propugnaban el mantenimiento de valores españoles (tales como el nombre de cierta compañía aérea). Ay que ver...
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