Cuando me despierto por la mañana con los pies helados y frío en la nariz, deseo que algún contacto se haya quejado del tiempo en Facebook o Tuenti y poder así desahogarme a gusto. Llego tiritando a la oficina, perdiendo por el camino el poco calor que tenía bajo las sábanas y saludo a mi compañera con un '¡Joder, vaya mierda con este puto frío!' cuando me abre la puerta. El mal tiempo me pone de mal humor y hace que construya frases llenas de palabrotas, coherentemente unidas entre sí.
Enciendo mi ordenador y abro el Chrome. No encuentro nada nuevo en el correo de empresa, así que archivo un mail con un curriculum y elimino la publicidad. Cuando abro la pestaña de Facebook, veo que mi petición mañananera se ha cumplido: un amigo se "caga en el puto otoño". Perfecto. Vamos a quejarnos.
Odio el frío. Mi padre es de Palencia y mi madre es de Burgos, así que se supone que tendría que estar acostumbrada a las bajas temperaturas, pero lo cierto es que no lo estoy. Permitiéndome cierta licencia matemática, explico este fenómeno como que dos temperaturas negativas, la paterna y la materna, acaban dando como resultado la necesidad de una positiva, la mía.
Necesito el calor. Con el frío, mi cuerpo no reacciona bien. De hecho, mientras estoy escribiendo ésto, mis dedos están atontados y tecleo mucho más despacio, equivocándome de letra a menudo. Aunque me los vuelva a calentar con vaho, el frío guardado en las paredes de la oficina vuelve a bajar su temperatura. Mi amiga también se queja y pienso que aún quedarán varias semanas hasta que enciendan la calefacción en el trabajo, porque depende de la comunidad del edificio.
¿Sabéis cuándo me gustan los días lluviosos y fríos? Cuando puedo apagar el despertador y quedarme debajo de la manta, disfrutando del calorcito que guarda la cama después de toda una noche durmiendo en ella, y me levanto más tarde embutiendome en una bata tan gordita como fea para tomarme un chocolate ardiendo delante de una ventana mientras veo llover. ¿Bucólico? Quizás. Pero si me da la gana ponerme melosa un día como hoy, lo hago y punto (recordad que soy un poco prepotente como Mazinger Z).
Con la esperanza de despertarme mañana con un sol calentito que me permita recuperar mis camisetas de tirantes guardadas en los cajones, me despido de vosotros.
Nos vemos mañana a las ocho.
PD: María, no me quiero imaginar el frío que estás pasando en las fiestas de tu pueblo. Espero que el alcohol tenga esa capacidad de calentar que se le suele atribuir.
4 comentarios:
Mi pobre Irene tiene el brazo derecho congelado :-(
¡Brrr! Y yo esta noche me voy a Barcelona, donde este fin de semana el 100% de los días hay una probabilidad superior al 50% de probabilidades de lluvia :s
Creo que voy a tener que hacer una re-elección de las prendas que me voy a llevar...
Anda que no hay cosas que hacer en Barcelona, llueva o haga sol. ¡Qué envidia me das! :-(
Mozas, que todavía estamos en septiembre. No quiero pensar qué será de vosotras en enero. Por cierto, a mí el frío me gusta y lo aguanto mucho mejor que el calor. Y sí, me lo he puesto en el perfil de Facebook como reivindicación.
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