Haber escrito sólo tres veces en los últimos ocho días sostiene mi reputación de inconstante. Decir, además, que ha sido por causa de fuerza mayor suena a las excusas que pone quien no suele terminar las cosas. En cualquier caso, me defenderé diciendo que estos días he escrito algunos borradores que nunca he llegado a publicar porque, claro, están sin acabar. Pero ya he vuelto y, espero, para escribir a diario.
Retomo este blog saltándome a la torera mi filosofía de escribir sobre lo último que aparezca en mi revisión matutina para hablar sobre una entrada del 3 de septiembre. Para quien pensaba que yo era una persona interesante, alternativa y que podía tener ideas diferentes (puede que algunos no me conozcáis así que yo mantengo la esperanza de que alguien me asocie con tales calificativos), aquí va la prueba definitiva de que pertenezco a la masa popular (y capitalista) que puebla España: adoro el catálogo Ikea.
No es que me distraiga el desayuno y lo ojee con los ojos legañosos mientras como una tostada por la mañana. No es que lo tenga encima de la mesa del salón, con un montón de suplementos de El País y Cosmos encima. No es que me lo lleve al baño para tener algo que mirar de vez en cuando, sin interés ninguno y con el único afán de pasar el tiempo. Y tampoco es una de esas publicaciones de las que luego digo 'Yo juraría que tenía el catálogo del Ikea por aquí, pero no sé donde lo he dejado". No. Para mí es El Catálogo, con mayúsculas.
Cuando era pequeña, mi hermana y yo solíamos turnarnos el papel de cliente y vendedora, para aconsejarnos entre nosotras cómo amueblar y decorar nuestra casa imaginaria. Entonces no había tanta Ikeamanía y El Catálogo no se esperaba (ni se anunciaba) con tanto interés como ahora. Crecimos y dejamos de jugar a las tiendecitas para mirar con otros ojos las páginas de El Catálogo. Era una época en la que estábamos seguras que viviríamos en un piso lo suficientemente grande como para poner las cocinas más chulas y los sofás más bonitos. Un momento en el que sólo mirábamos el diseño, ignorando las cifras que acompañaban a esos muebles que redondeábamos con rotuladores de colores.
La última fase que yo he vivido con El Catálogo volvió a cambiar mi manera de ojear la publicación. Ahora miro el diseño de los muebles pero, misteriosamente, cada vez que su precio supera las tres cifras, la imagen desaparece de la página. Examino El Catálogo con un papel y un lápiz al lado, sumergiéndome tanto en costes como en medidas reales, porque resulta que mi salón no era tan grande como yo me lo imaginaba de niña. Aún así, siempre me queda el pensar que algún día evolucionaré a la siguiente (¿y última?) etapa: poder elegir lo que más me guste y tener la capacidad de comprarlo. Aunque ahora que lo pienso... ¿no será más divertido seguir soñando y esperar con ilusión El Catálogo en mi buzón?
Hasta mañana (espero) a las ocho.
Dedicado a Irene, que es su cumple, y a mi hermana, que aguantó jugar conmigo a las casitas aunque a ella la decoración se la trae al fresco.
7 comentarios:
Para frikis de las tipografías: parece ser que se ha montado una gorda (en las esferas del diseño, claro) porque Ikea ha cambiado la Futura de sus catálogos por la Verdana, algo que no ha gustado a muchos. Según dicen, 'dista mucho de parecer elegante' en la publicación impresa porque fue creada para la pantalla, no para el papel.
Por cierto, según un test del Facebook, la tipografía que más se adapta a mí es la Futura, así que es una pena que yo ya no aparezca más en El Catálogo...
Piensa que podría ser peor: lo podrían haber hecho en Arial.
¿Te ha llegado ya El Catálogo? A mí tardará un webo en llegarme, como todos los años.
No, no me ha llegado. Ayer fui a la Gavia a hacer cosillas y, cuando terminé, me lancé hacia la puerta del Ikea en dirección a la pila de catálogos. Los había visto en Córdoba este fin de semana pero allí te los venden, no te los regalan y no está la economía como para gastar en publicidad...
aihnn!!! si es que sois todas iguales!!! os ponen un niño, un vestido de novia o un mueble delante y se os nubla la vista :-P
Tú ya sabes que a mí lo del niño y el vestido de novia me hace poco efecto. Eso sí, mi catálogo de Ikea que no me lo quiten.
¡Me encanta!
Sí, jo, aun me acuerdo cuando cada una se ponía a un lado de la mesa (la que hacía de vendedora molaba más... y solía ser tu caso, jejeje) y con el Ikea en medio y un boli como que fuéramos a rodear la cocina final o los distintos muebles... ¡Qué tiempos! No te creas, eh? que cuando veo cualquier catálogo y tengo en mi mano un boli me siento importante ;)
Un besito y gracias por incluirme en la dedicatoria :)
Gracias por la felicitación :-D
Justo cuando llegué a casa, tenía el catálogo de Ikea en mi buzón :-)
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