28 de agosto
Aunque en menor escala, en nuestra empresa también se aprecian estas diferencias. Una de mis amigas acaba de terminar unos días libres y la otra se va dentro de dos semanas, bien entrado septiembre. Yo, por mi parte, preferí irme a principios de julio. En resumen, que sin tener que discutir fechas (para no coincidir y poder mantener abierta la empresa en verano), cada una de nosotras ha elegido sus vacaciones de manera bastante dispersa.
Como decía, yo me fui a principios de la temporada estival. Para entonces, mi novio tenía una semana libre pero yo no confirmé si podría tomarme esos días hasta el último momento, porque una de las principales desventajas de llevar tu negocio es la dificultad para hacer planes a largo plazo. El resultado fue que supe que tenía vacaciones el mismo día que las empezaba, con lo que no pudimos reservar en ningún sitio ni tener ningún plan fijado.
Por ello, llenamos el coche de comida, metimos una colchoneta hinchable y un saco de dormir, y salimos de madrugada rumbo a Francia. Por el camino decidimos la ruta: recorreríamos la costa mediterránea francesa hasta llegar a Mónaco. En las más de diez horas que pasamos en el Golf ese día nos dió tiempo a perfilar las ciudades que nos apetecía ver y organizar los siete días que teníamos por delante.
La primera parada que hicimos después de esa jornada de conducción intensiva fue, de hecho, el lugar que más me gustó de todo el recorrido: Collioure. Es una pequeña ciudad costera, muy cerca de la frontera, bulliciosa por la mañana y tranquila por la noche. Uno de esos lugares en los que me imagino pasando unos meses sabáticos, dedicados exclusivamente a escribir y a leer en el puerto o en el paseo marítimo. Supongo que el hecho de que Antonio Machado esté enterrado en el cementerio de la ciudad alimenta el (poco) espíritu escritor que aún me queda después de terminar la carrera...
Las siguientes visitas que hicimos en la región Languedoc-Roussillon fueron Perpignan, que no la recomiendo porque me pareció vacía y poco interesante; el castillo de Peyrepertuse, una de las cientas de edificaciones que conforman el pasado cátaro de la zona; la ciudad medieval de Carcassonne, que te transporta al medievo francés, aunque lleno de turistas con cámaras de fotos; y Montpellier, la cara opuesta de Carcassonne, más ajetreada y cosmopolita.
Cruzamos a la región de la Provenza haciendo una parada en Marsella para ir luego, directamente, hacia Niza, donde nos establecimos dos días en un camping entre esta ciudad y Cannes, porque queríamos recorrernos la zona y acercarnos a Mónaco.
En total, cerca de 3.000 kilómetros, más de 24 horas íntegras de conducción, dos noches de camping, dos de hotel y otras dos pernoctaciones en el Golf, alrededor de 100 euros de peajes, otro tanto (más alto) de gasolina y nueve ciudades visitadas. ¿Lo mejor? La sensación de libertad que tienen los viajes no organizados y, por supuesto, la compañía.
He dejado constancia de todo lo anterior en mis perfiles sociales, donde están colgadas las fotografías del viaje, al igual que han hecho la mayor parte de mis amigos virtuales. Como dice una amiga mía, "al final, to' se sabe". Y es que mis fotos, como los comentarios de mi amiga que se va a Tailandia, permiten componer el disperso calendario de vacaciones de todos nuestros contactos.
Nos vemos el lunes a las ocho.
0 comentarios:
Publicar un comentario